Despúes de haber considerado el Mundo Nuevo con sus afanes volvemos ahora al Mundo antiguo, es decir al escenario de la historia universal y comenzaremos ante todo a señalar los componentes y determinaciones naturales. América es un continente dividido en dos grandes partes unidas por un istmo. En cambio, el mundo viejo, separado de América por la inmensidad del Atlántico, se halla dividido por un extenso mar interior, el Mediterráneo. Las tres partes que lo componen tienen una considerable relación y representan también históricamente una unidad. Lo más característico de esta situación consiste en que las tres colindan con ese mar y disponen, por lo mismo, de fáciles medios de comunicación. Merece destacarse que grandes ríos y mares como el Mediterráneo no son accidentes geográficos que separan sino que unen. Inglaterra, la Bretaña, Noruega, Dinamarca, Suecia y Livonia estuvieron unidos. Para las tres partes es, en consecuencia, el Mediterráneo el centro unificador y también el centro de la historia universal. Aquí tenemos a Grecia, el punto de gran luminosidad en la historia. Luego viene Siria, en Asia Menor, con Jerusalén como foco central del judaísmo y cristianismo. De allí hacia el sudoeste están la Meca y Medina, sede originaria de la religión musulmana. Más al oeste encontramos a Delfos, Atenas y más hacia el oeste aun a Roma. Todavía falta mencionar a Cartago, y Alejandría el Mediterráneo. El Mediterráneo es, pues, el corazón del viejo mundo, puesto que viene ser el condicionador y lo que le dio vida. Sin ese mar interior resultaría la historia inimaginable, lo mismo como no podemos imaginarnos Atenas y Roma sin el foro, en que todos y todo se reunía. Las extensas regiones de Asia oriental se hallan alejadas del proceso histórico y no gravitan en él. Igual cosa cabe decir de la parte septentrional de Europa, que ha entrado mucho más tarde en la historia y no tuvo participación alguna durante la época antigua. El importante proceso se limitaba totalmente a los países situados sobre las márgenes de ese inmenso golfo que se extiende desde Gibraltar a las costas asiáticas del Cercano Oriente. El cruce de Julio César por los Alpes, la conquista de la Galia y las relaciones que se entablaron entre los germanos y el imperio romano significan pues toda una época en la historia universal. La parte oriental de Asia y un enorme sector que se extiende al norte de los Alpes son los extremos de aquel inquieto centro en torno del mar Mediterráneo. Constituyen el comienzo y el fin de la historia, su aparición y su ocaso.
Párrafo del libro Filosofía de la Historia
George W. Friedrich Hegel
George W. Friedrich Hegel
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